EL MAR DESLUMBRA CON SU BELLEZA INNATA

 El mar me gusta mirarlo a ratos. Hay mares que me fatigan. Y mares que hipnotizan, como el Mediterráneo de la Costa de Sol y Tropical, cuando pequeños brazos de agua se desprenden de la ola y circulan entre las rocas bajas que están cerca de tierra. Esa agua, liberada del mar compacto, hace unos movimientos --adelante y atrás, sube y baja un poco-- que parecen musculares, como si debajo estuviera un misterioso ser vivo.

 

Quieto, frente a las rocas, miro fijamente el agua que se despliega y se repliega y vuelve a girar... Sí, es una visión hipnótica.

 

Hay otro mar celeste, el que invita a la inmersión aérea, pero yo no he sido nunca piloto. Y es que a lo largo de la vida he utilizado los medios de transporte más variados: el tren somnoliento, un viaje largo en crucero y una visita a un helicóptero anclado en tierra. Pero no me he metido, ni voy a meterme nunca, en un avión en guerra.